viernes, 8 de febrero de 2008

Caricias para compartir un llanto






Sus pasos eran lentos y parecía desubicado.


Llevaba un buen rato caminando de forma totalmente automática, limitándose a poner un pie delante del otro, sin saber muy bien donde iba.


De repente, y de forma inconsciente, se salió del camino. El asfalto dejó paso a una hierba erosionada por infinitas pisadas y repleta de calvas de tierra donde toda la vegetación se había perdido. Era una hierba que en otros tiempos había sido verde, de un verde de esos que huelen bien. Ahora, el olor de ese verde le parecía muy fuerte, casi marrón.


Se sentía como una ánima condenada a vagar por un purgatorio al cual no sabía muy bien como había llegado. Su cerebro estaba en standby (como aquella canción que algún día le hizo llorar y sentir tanto), pero sus sentimientos estaban incandescentes, ardían desde dentro de su cuerpo. El calor repentino le asusto, pero no se trataba de un proceso de combustión interna. Eso habría sido más fácil y rápido, pero eran los sentimientos que le punzaban desde dentro.

No sabía muy bien porqué pero todos sus sentidos estaban alerta, tal vez para compensar la falta de actividad de su cabeza.


Llego a una zona donde el verde no olía tanto a marrón. No era el de otro tiempo pero parecía un rincón habitable, suficiente para un pequeño reposo en su eterno viaje. Total, siempre había sido alguien sencillo y con escasas ambiciones imperialistas. La teoría hitleriana del espacio vital no iba con él, y la mansión de sus sueños no era más que un minipiso a compartir.

Pero lo de compartir sonaba muy lejos. Más o menos a la altura de aquel verde.


Tras una breve (y más rutinaria que intencionada) exploración del terreno, se sentó. Necesitaba descansar, pero no de forma física, su cuerpo estaba perfectamente. Necesitaba darle una tregua a sus sentidos. Cerrar los ojos, bloquear sus fosas nasales, tapar sus oídos. Pero no lo conseguía.


Cada vez lo intentaba con más fuerza, tanta que llegaba a hacerse daño. Sentía como si sobre cada sentido se estuviese desintegrando su alma poco a poco. Veía irse a sus sentidos, separarse de su mente.


Llevaba demasiado tiempo sin pensar. Tanto que no se había planteado que podía ser peor. O tal vez llavaba demasiado tiempo seguido pensando. Ya ni siquiera lo sabía.


El caso es que sentía como la cabeza le estallaba. Y de pronto, todos los pensamientos que llevaban gobernando su cabeza de forma inconsciente, se acumularon dentro de él, y se expandieron hasta recorrerle todo el cuerpo.


Y explotaron. Como no podía ser de otra manera. Y él exploto a la vez. Todos los pensamientos se convirtieron en agua, y ésta empezó a salir por sus ojos. No lo podía controlar. Empezó a llorar, pero no era por pena. Era, como su propio nombre indica, un desahogo. Tanto que hasta tuvo miedo de secarse por dentro. De quedarse vacío. Más vacío aún.


Cuando acabó de llorar se secó los ojos. Pero volvió a explotar. Cuatro o cinco veces más. Despidió de si todo lo que llevaba ahorrando durante todo su viaje.


Pero no se secó. O al menos no del todo.


Apareció ella, aunque por un momento tuvo la sensación de que llevaba todo el tiempo allí. Él recosto la cabeza entre sus piernas mirando al cielo, que volvía a oler al azul de antes. Del olor marrón ya no quedaba nada. Ella empezó a llenarle, a ocupar el hueco de todo ese agua que había desprendido al explotar. Lo hizo de una forma más fácil, rápida y eficaz incluso que la combustión interna. Le bastó con extender su mano izquierda y sumergirla entre su pelo.

Repitió el proceso unas cuantas veces, como si quisiera invertir el proceso anterior de vaciado. Era tan sencillo que le resultó imposible imaginar que funcionaría. Ganar al llanto con caricias. Utópico a priori. Pero no había contado con el poder de sus caricias. Tan sencillo y poderoso que escapaba a su imaginación.


Eran unas caricias que sólo se podían sentir.


Había recordado el poder de algo tan sencillo como compartir. Su antiguo poder. El de los dos.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me suena lo de las calvas del césped y la búsqueda insaciable de un trocito de verde ^^

La verdad es que parece muy ñoño y muy utópico, pero muchas veces las caricias hacen más de lo que cualquiera pueda pensar. Pueden ser incluso más reconfortantes que las mismísimas palabras.

Muy bonito, señorín. Muy bonito :)

Anónimo dijo...

A veces si (coinidiendo con el post anterior) pero algunos buskamos palabras ke nos levanten... Para volver a tirarnos en un profundo mar de tinieblas.

Saludos from hell

Anónimo dijo...

A mí es que lo del melodramatismo gótico-suicida... no me va mucho. Siempre preferí la tierra firme. Además, que en un "profundo mar de tinieblas" te tienes que gastar una pasta en pilas para la linterna xDD

eternonaufragio dijo...

na, yo por eso no problem

tengo la dinamo que me regalaron con las encuestas que se carga ella solita :P

Anónimo dijo...

Que potito xD

Anónimo dijo...

Me gusta eso de identificar olores con colores. Pensaba que era la única friki a la que le pasaba eso.. jajajajaja.

Me ha gustado mucho, un besazo!

Anónimo dijo...

Yo también pienso lo de los olores-colores, bueno de hecho es que todo en este mundo huele a algo hasta los pensamientos(pero, ¿a qué huelen las nubes?xDD jeje..) Muy bonito texto, también estoy de acuerdo con lo de las caricias.

Saluditos!